Tren de Año Nuevo a Coltauco


La estación se iba llenando de gente a medida que se acercaba la hora de llegada de los trenes que venían del sur y desde Santiago. Por el alto parlante se escuchaba: estación Rancagua, combinación ramal Coltauco. El tren procedente de Valdivia fue él primero en hacer su aparición, arrastrado por una locomotora a vapor tipo montaña. El andén uno, se llenó de canastos, gallinas y pollos, chuícos y damajuanas, maletas de mimbre, de cartón y desde los coches de primera bajaron maletas más pulcras, cocidas a mano por delicados talabarteros, hechas de zueleta. Veinte minutos más tarde por el anden dos, apareció el tren ordinario numero cinco, que dormía en Curicó y continuaba viaje en la mañana a Talcahuano. Nuevos bultos, maletas cajas y chuícos cubrieron ese andén. En la tercera vía se encontraba listo el tren mixto que cubría los casi 40 kilómetros hasta Coltauco. Esta vez el convoy lo componía una locomotora a vapor tipo 57, el vagón de equipaje, un coche de pasajeros de primera clase, tres coches de tercera y dos carros de carga.


No había prisa, era el último día del año y el tiempo sobraba para llegar a destino y poder celebrar. En la máquina se encontraba todo dispuesto. Al mando de ella estaba el "Cabeza de Muela" Rodríguez, como fogonero viajaba el "Pato Chico" Carrasco, (el maquinista había heredado el sobrenombre de su padre, también ferroviario, y relacionaba el porte de su cabeza, con el enganche de los vagones. El Pato Chico tenia ese apodo porque con un poco que bebiera, ya estaba ebrio) A cargo de los pasajes estaba "el Huaso" Flores, y de asistente y palanquero, iba el "Gitano" Nicoliche. La combinación con el cinco, se efectuó con quince minutos de atraso. El ambiente que se vivía al interior de los vagones era de agitación. Se trataba de instalar todo el equipaje en el menor tiempo y espacio posible. Por las ventanas - abiertas previamente - ingresaban maletas, canastos, cajas con frutas, las infaltables gallinas maniatadas sabiamente por las patas y los atados de cámaras de camión amarradas de manera que ocuparan el menor lugar posible. Muchos de los pasajeros iniciaban de ésta manera sus vacaciones de verano. A las 18.45, el huaso hizo sonar el silbato, que marcaba el comienzo del viaje. En la máquina, el Cabeza de Muela, esperó algunos segundos para tirar de la “rienda". Lentamente la tipo 57, entre resoplidos de vapor fue arrancando. Los últimos pasajeros subieron al tren bajo la atenta mirada del Huaso. Antes de pasar el segundo paso sobre nivel, en el interior de los vagones ya resonaba el característico grito: "'malta, papaya, bilz y Pilsen". En primera, el Huaso y en segunda, el Gitano, comenzaban su labor con "los boletos. los boletos" y con un alicate especial efectuaban una muesca en el costado del duro cartón.


En la máquina, el Pato Chico, "tiraba pala" para alimentar la caldera. El Cabeza de Muela cerraba la rienda y comenzaba a aplicar los frenos que provocaban a medida que se abrían, un ruido como silbido ensordecedor. La primera parada estaba a la vista se trata de Punta Cortés. Este poblado compuesto por una veintena de casas tenía sus principales ingresos en una cantera que surtía de chancado a ferrocarriles (chancado es la piedra que sirve de soporte a los durmientes donde van clavados los rieles) Una decena de pasajeros descendieron del tren, sólo dos, lo abordaron; Nuevamente el silbato del huaso dio la señal de partida.


Aquí el paisaje comienza a variar y aparecen los tonos verdes de los viñedos y las plantaciones de porotos, choclos, papas y forraje. Un poco más veloz el tren fue acercándose a su segunda parada. Lo Miranda, era un poblado que disponía de estación. Aquí descendieron más pasajeros, entre ellos había cuatro "aguardienteros" que ordenaron pacientemente las cámaras de goma en una punta del andén. (los comerciantes en este preciado licor usaban estos implementos que les favorecía el transporte del líquido, para poder ingresar la bebida a los centros mineros de Caletones, Coya y Sewell y les evitaba que los envases de vidrios se quebraran) Una mujer regordeta a quien acompañaban otras dos jóvenes, abrazó al Huaso Flores y le entregó unas tortillas de rescoldo, diciendo: Esto es pa' que me tenga en sus oraciones mi amorcito.


Ahora el sonido del pito de la locomotora apagó el silbato del Huaso, y el viaje continuó. En los vagones apareció otro personaje típico, con una bandeja redonda y su inconfundible grito "sustancia de ave sustancia... ricas las sustancias”. El tren se acercaba a Doñihue. La característica principal de esta localidad es la producción del mejor aguardiente de toda la región. La totalidad de la uva es dedicada a este lucrativo negocio. Una vez llegado el tren comenzó un inusitado ajetreo Las cámaras de camión desaparecieron por las ventanas. La gran mayoría de los pasajeros se despidieron cordialmente del Gitano y del Huaso los coches quedaron semi vacíos. Los dos carros de carga fueron desenganchados del tren. Se trataba de azúcar y levadura, para la fabricación del principal ingrediente del "cola de mono". La máquina, efectuaba la maniobra de "botar los carros" y el "Pato Chico" paleaba carbón para mantener la presión de la caldera. Todo esto duró unos quince minutos, y el viaje se reanudó. En Cerrillos, un paradero inventado por el Cabeza de Muela — según su propia versión — para facilitar el viaje a los pasajeros, bajó la casi totalidad de comerciantes en aguardiente, en los vagones ya no quedaban cámaras. La despedida entre pasajeros y personal del tren era cordial y con deseos mutuos de felicidad y prosperidad para el año que estaba por llegar. La próxima parada era la estación Loreto. Los seis minutos que duraba el trayecto, se hicieron a una velocidad regular. El maquinista había recuperado sólo cinco de los quince minutos perdidos en Rancagua. Todo marchaba bien, cuando la expresión de "chuuucha... "soltada por el Cabeza de Muela, y la inmediata reacción de frenada de emergencia, casi mando de cabeza dentro del fogón al Pato chico. Cuando el tren se detuvo, este atinó a preguntar ¿qué pasa compañero?. Baja, mira que hay que recoger un muerto, fue la respuesta del Cabeza de Muela, que ya se deslizaba por el pasamanos. Desde las ventanillas de los coches aparecieron varias cabezas con la misma interrogación. A un gesto del Huaso, el Cabeza de Muela, le indicó con las manos que bajara la camilla y se dirigieron caminando hasta la cola del tren. Cuando llegaron a la plataforma del último vagón, la sorpresa los dejó paralizados. Desde las líneas emergió un hombre que aún no se recuperaba del tremendo susto. El Cabeza de Muela, aparentando compostura le preguntó: ¿Qué mierda le pasó amigo? El Tipo, que apenas podía pronunciar palabra, tambaleándose, sólo dijo: Putas, que me duele la espalda: El Huaso, que se atrevió a afirmarlo se dio cuenta que la camisa blanca estaba rota y un rasguño largo pero superficial era la única consecuencia de aquel atropello, expresó: el huevón está más cocido que poto de guagua. La sentencia del Cabeza de Muela fue: súbanlo y en Coltauco se lo entregamos a los pacos.


Todos volvieron lentamente a sus funciones y el borracho fue embarcado en el tren. El comentario generalizado del personal y pasajeros para el resto del viaje, sería la extraña situación vivida. En la máquina, la explicación del Cabeza de Muela era sencilla: Este no la vuelve a contar. Estaba durmiendo a todo lo largo de la parte interior del riel. No quise tocar el pito para que no se pusiera de pie. La camisa y el rasguño, fue obra de la trompa de la máquina. En los vagones ninguno de los pasajeros daba crédito a lo que sus propios ojos habían visto. En el carro de equipajes, el Gitano, daba los primeros auxilios al borracho, que aún no se reponía completamente.


La detención en Loreto fue breve, bajaron sólo seis pasajeros, entre los que se encontraba la Directora de la Escuela Primaria de Doñihue, que esa tarde había terminado su labor. La siguiente parada: El Rosal, aquí no descendió nadie y abordaron el tren cuatro nuevos pasajeros, que seguramente pensaban pasar la fiesta en Coltauco. Resoplando vapor, la tipo 57 llegó arrastrando los vagones hasta esta localidad final de este pintoresco viaje. Luego que descendieron todos los pasajeros, el Huaso ayudó a bajar al borracho que todavía no adquiría firmeza en las piernas y estaba mareado. El Cabeza de Muela que ya estaba en el andén, recomendó: déjenlo ir, ya tuvo el susto de su vida como para que pase la fiesta en un calabozo. Fue el Gitano quien le dió instrucciones para volver hasta Loreto y el borracho emprendió el camino de regreso.


La máquina fue desenganchada del tren y comenzó la maniobra de inversión que se hacía en el triángulo. Este sistema estaba basado en tres cambios de línea, que dejaban la locomotora lista para emprender el viaje de regreso a Rancagua. Todo esto, duró unos quince minutos. Caminando, el Cabeza de Muela y Pato Chico se dirigieron hasta el "Hogar ferroviario", una casa pensión administrada por "Luchita", una mujer corpulenta, quien además era una excelente cocinera. Al "hogar" se ingresaba directamente desde la línea y en su parte posterior a lo menos a una media cuadra de distancia, un portón de campo permitía acceder a una extensa plantación de choclos, porotos, papas y hortalizas


Los ferroviarios se habían bañado y cambiado ropa, desde su llegada transcurrió más de una hora y media. La mesa estaba puesta y todo listo para recibir de la mejor manera el nuevo año. Unos fuertes golpes en el portón trasero llamaron la atención de los presentes. El Cabeza de Muela, fue el encargado de abrir a quien tocaba con esa insistencia. Era el borracho que después de saludar señaló mostrando su espalda: Mire amigo lo que me hizo el chuchesumadre del maquinista. el huevón me pasó todo el tren por encima...


¿y que se le ofrece? fue la pregunta sonriente del Cabeza de Muela. El borracho tratando de fijar la vista en su interlocutor, contestó: tengo la boca más seca que la cresta... ¿me convida un trago... mire que tengo que llegar a Loreto? El Cabeza de Muela le alcanzó una caña de vino con duraznos: Casi de un sorbo se tomó el "arreglado" y estrechando la mano del Cabeza de Muela, el borracho se despidió, expresando: "Putas, mi amigo, usté si es un gallo paleta." y se marchó.