Dolores Pincheira nació en Concepción el año 1914 y falleció en Santiago en 1994. Hizo sus primeros estudios en el liceo de niñas de Concepción y continuando en la U de Concepción. Una joven alegre muy estudiosa siguiendo el ejemplo de su padre profesor del liceo de hombres, Aníbal Pincheira Toro, siendo destacado como maestro que se le recuerda por un busto en el internado del liceo de hombres Enrique Molina Garmendia. Dolores Pincheira, con un padre ejemplar, a los veinte años recibe el título de profesora del estado en asignatura de inglés, ella siempre dijo “Seré una maestra que enseñe porque fuerte es mi devoción".
No solo se destacaba como maestra por su intelecto, sino también por su elegancia, estampa, fineza y ese gran amor que emanaba a sus alumnos considerando su firme carácter y sensibilidad, soñadora y diligente, poeta por naturaleza, comunicativa, comprensiva, observadora, sus ideas constructivas y respeto hacia los demás la dotaban de una grandeza de maestra, madre, amiga, mujer de muchos talentos.
Fue profesora del liceo de hombres de Concepción, fue subdirectora y directora en los liceos de niñas de Valdivia, Pto. Montt, Temuco y San Fernando. Desarrolló una gran labor en favor de la cultura y el arte, por medio de la prensa, las radios locales, todos sus textos de poemas como también los ensayos han sido declarados como ayuda didáctica para la enseñanza de las clases de castellano para liceos y Universidades por el Ministerio de Educación.
Tuvo un gran reconocimiento en 1985 las municipalidades de La Serena y Vicuña y la Gobernación de Coquimbo auspiciaron la reedición de su libro “Gabriela Mistral Guardiana de la vida” con motivo de haberse cumplido los cuarenta años de la otorgación del premio nobel de literatura a la ilustre poeta Chilena Gabriela Mistral. La cuarta región se destaca por su amor a las letras y el reconocimiento a nuestro premio nobel orgullo para nosotros los chilenos.
Dolores Pincheira figura en las siguientes antologías:
Antología breve de 20 poetas de América por José Jurado Morales
Antología La mujer en la poesía Hispano Americana por Oscar Abel Laga Luppi.
Antología de letras femeninas de la asociación de literatura femenina hispánica de la Universidad de Texas USA.
Antología de poetas contemporáneos Chilenos por Carlos René Correa.
Antología del primer encuentro de la poesía del mar por Hernán Alvez y Matías Cardal.
Diccionario de la Literatura Chilena por Efraín Smulewiez.
Antología la mujer en la literatura Chilena por Juan Villegas profesor de la Universidad de California.
Visión de mundo y poesía femenina de Juan Villegas.
LIBROS PUBLICADOS
1868 Apología de la tierra
1973 Canto a Concepción con prólogo de premio nacional Hernán del solar el año 1968.
1974 Mi cielo derribado prólogo de Carlos René Correa.
1979 Ensayo Gabriela Mistral guardiana de la vida prólogo de Gonzalo Orrego.
1981 Campanas del recuerdo prólogo del académico de la lengua Matías Rafide.
1984 Ensayo de Walt Whitman prólogo de Eugenio García.
Fue galardonada por la Fundación Givré de B. Aires en los años 1977 y 1978. Quien estuvo casada con Julio Silva Lazo, escritor oriundo de Doñihue, y con quien se avecindo durante varios años en la localidad de Idahue hasta la muerte de su esposo. Posterior a esto escribió el poema Idahue con el que obtuvo en 1977 el primer lugar en el Certamen Panamericano de Poesía, organizado por la Fundación Givré.
IDAHUE
Canto Primero
te hablo, Idahue,
cual si estuvieras unido a la palabra,
como si en ella salieras en un fluir de ríos,
en una catarata de colores.
Tu nombre asciende en mi voz,
se vuelve ala
y se mezcla a mi sangre
latiendo como fuego, creciendo
igual que árbol,
También crece la rosa en ti,
pecho adentro,
y te corona la luz de tus torcazas.
Un poder misterioso
juntó en tu nombre tierra y agua,
panales y retamos,
olas de azahar, amasijo de álamos
y ese rumor de juncos y duraznos
que mueve sus anillos en racimos,
arcoíris milagrosos del estío
con su pasto de aromas y nostalgias.
Dios debió fustigar a la belleza
E hizo de tu tierra el dominio de Su gracia.
Si quieres sentir el surcar del aire
y buscar un cielo nuevo
un país de esperanza,
ajeno a la secreta miseria de los hombres,
a su angustia y sus nieblas,
hay que vivir sobre tu tierra y fundirse en sus ejes,
quemarse todo en la divina esencia
que enciende los luceros y hace que el canto crezca como un bosque.
Todo el rocío. Toda la planta lunar,
todo el oro del sol,
se unen en sus ecos y llenan tu morada de latidos.
Aquí el álamo sostiene tu cielo
con sus andamios blancos.
Las voces primigenias encuentran su albedrío
y subrayan sus almenas. El alma
define nuevas rutas
y la frente su vuelo,
conociendo de las hojas y las nubes
el destino de las transformaciones
y el misterio secreto de las cosas.
Entre este mar de helechos y vertientes
entre estas hebras de oro
bajo el espacio azul de primavera,
todo se vuelve amor, el dolor desaparece
y una clara armonía
reina sobre la Tierra.
Resplandecen, dorados, los trigales;
Como una humanidad iluminada
Suben formando arroyos.
Pero,
la herida de la ausencia está presente.
El latido vacila. La mirada se empaña,
los brazos caen. Y la espera
se hace inútil.
Canto Segundo
Yo te hablo, Idahue,
bajo el límpido azul y el pájaro dorado.
Yo sé que comprendes mi lenguaje,
esta voz que alcanzó tu recia entraña,
este morir de olvido, este morir de sueño,
el pliegue de abandono que acompaña
mis gestos y palabras
en tu pura unidad, Idahue!
Una puerta de luz se abre en mi pecho
y sé que algún día,
menos sola,
me sentaré bajo tu umbral antiguo
junto al almendro
rosado de fulgor o blanco de rocío.
Bordarán las yerbas
delicados tapices y en las pupilas
de las gentes ajenas al ardoroso insomnio de la vida
viajarán paisajes y nostalgias.
Soñaré con un destino más alegre
y un viento de libertad golpeará mis ventanas.
Allí estarán
los sauces que lloraban junto al hogar perdido,
ese que albergó el amor durante años.
Ese amor… ¿quién podría medirlo
con su río de nardos y el puro resplandor
de su ternura?
Los días de alegre convivencia
como una aureola
vimos clarear con sus peces dorados
y vimos
llegar las noches con sus lunas dormidas.
Canto Tercero
Ya no tengo una voz que me acaricie
en trémulo silencio. Una voz
que detenga los ríos de la angustia
con su porfiado aliento. Una voz
capaz de fundir la nieve de mi alma.
Ya no poseo un astro que señale el camino
ni que oriente hacia el país
del corazón tranquilo.
Ya no conozco el cielo del aroma leal
ni ese alentar enhiesto que transformó mi vida
en un crecer de tallo
y un entregar de espiga.
En ese pequeño mundo cabía el universo
Y una yema de ternura incubada mi horizonte.
Un sueño de paz
penetraba a corazón con sus violines.
Te miro igual que entonces.
Viejas hojas de otoño reverdecen
y caen a mis manos tus estrellas.
Siento la voz de Dios como un latido.
Contigo estaré cuando mi voz, Idahue,
no arda a tu llamado
sobre el mar detenido del silencio.
Pincheira, D. (1981). Campanas del Recuerdo. Santiago: Editorial Nascimento.
“Idahue”, poema-tierra de dolores pincheira (1977, 11 de noviembre). El Mercurio, p.4. Recuperado el 23 de enero de 2018, de http://www.bibliotecanacionaldigital.cl/bnd/635/w3-article-324130.html
Layers, L. (octubre 2014). Ensayo de Dolores Pincheira. Lila Layers. Recuperado el 23 de enero de 2018, de http://lilalayers.blogspot.cl/2014/10/ensayo-de-dolores-pincheira.html
Encuentro con la poeta y ensayista Dolores Pincheira Oyarzún. Recuperada el 23 de enero de 2018, de http://dolores-pincheira.8m.net/